05/10/2013
Ayer volvimos al CINE, que la programación está repletita de reclamos y hay que aprovechar. Nos armamos de valor y apostamos por -lo sabíamos antes de ir- la triste y algo masoca «LA HERIDA», dos veces premiada en el Zinemadia de este año. Sorprendente debú en la dirección del hasta ahora montador de cine Ricardo Franco y con la semidesconocida MARIAN ALVAREZ de absoluta protagonista. Dará mucho que hablar, y nos tememos que las opiniones -más allá de los topicazos de «yo no voy al cine a pasármelo mal, por buena que sea la peli, lo que quiero es distraerme y disfrutar»- serán muy encontradas, y que abundarán las negativas, lo que entendemos muy comprensible, vaya por adelantado. Marian Álvarez es una joven actriz que hace con Ana el papel de su vida, creando con solvencia y apabullante dominio de sus inagotables recursos técnicos (la gestualidad, por ejemplo, la clava en cada situación -y son muchas y muy distintas- y es imprescindible que así sea porque la mitad de los encuadres de la peli son primeros planos de su rostro; o la manera de moverse en la calle y en casa, ajustada a su estado emocional y físico; y el modo de mirar a la gente y a las cosas, sobran palabras, esto es cine de verdad, un lujoso despliegue del mejor tratado de calidad interpretativa) un personaje al que prevemos muy complicado dotar de consistencia, de la profundidad sicológica requerida y a la vez de verosimilitud: Es una -atractiva, pero sin pasarse- chica de 26 años, conductora de ambulancias y sin mayores problemas en el curre, pero muy introvertida y con un serio problema de salud mental cuya existencia y/o gravedad, parece desconocer aunque toma algunas pastillas (trastorno límite de la personalidad, bipolaridad, en fin…), con hábitos poco saludables en materia de consumo de productos tóxicos cuando se trata de desinhibirse, y un clamoroso (y muy frustrante para ella) déficit de competencias y habilidades para comunicarse con la gente de su entorno. Cinema verité, casi un documental, podríamos decir, pero nos estaríamos quedando a medias. Porque es más que eso, se trata de una peli casi redonda, que lo tiene todo y que nos aburrió un solo minuto. Una trama original, contada con claridad y ribeteada de detalles de gran cineasta que nos desvelaremos, unos diálogos sintéticos y directos en los que cuesta encontrar una coma prescindible, un muy democrático espacio narrativo habilitado para el que espectador complete ciertos huecos (dejados a posta por el director, estamos seguros), una forma de rodar (muchas veces solo vemos la espalda de la prota; en realidad, la acompañamos en sus caóticos y penosos movimientos, en sus erróneas decisiones) precisa y adecuada a lo que se cuenta en cada momento, un uso magistral de los silencios (apenas hay música, pero cuando surge está llena de sentido) y las elipsis (qué cuento, qué te oculto, cómo engarzo esas escenas en que después de tres minutos de tiempo real en pantalla han trascurrido seis meses) y el modo de informarnos de ellas, unos textos prodigiosos que adquieren significado conforme avanza el film, unos personajes secundarios trazados al milímetro y de los que apenas sabremos nada, solo lo que nos ha quiero contar Franco, lo que ha entendido necesario, y que, siendo como es una gran peli, es justo lo que procedía explicar de ellos. Como su ex-novio Álex, todo un lujo el concepto de personaje y el momento (últimos cinco minutos de la peli) y modo en que aparece.
Es «la herida» una peli nada fácil de ver, que desaconsejamos a quienes no gusten del cine realista y descarnado que cuenta verdades como puños, de las historias que te incomodan por su crudeza y a veces te hacen incluso sentirte mal porque golpean donde duele, y también para quienes detesten los documentales de interés social, o las tramas muy psicológicas «en las que apenas pasa nada» y tal. Avisados quedan ustedes, que probablemente presumimos son muchos. Para el resto de aficionados a la sala oscura, vaya lo que sigue:
«La herida» nos pareció una película prodigiosa, de las que elevan y reivindican el concepto «cine español de autor», no solo de comedietas incluso de las buenas y tal, sino el que pasa a las enciclopedias, el que aborda temas trascendentales, el que te hace crecer como persona y como espectador. Muy dura en su contenido, austera en su realización y no tanto en el montaje (por algo el director fue montador, se nota), minimalista en su desarrollo y puesta en escena, espartana en medios, muy bien narrada y que impresiona por su concisión, precisión e intensidad desde el inicio hasta el final del metraje, y sobre todo -además de la inolvidable interpretación de Marian Álvarez- por las toneladas de verdad que muestra sin tapujos ni subterfugios (padres que se desentienden de sus hijos más que nada porque fracasan estrepitosamente sus propias vidas, la enfermedad mental como discapacidad objetiva pero también como paso adelante hacia la marginalidad, la atacante frivolidad/superficialidad en las relaciones humanas, la sensación de culpa que inevitablemente nos amarga la vida, lo difícil de rehacer una vida en la que los errores los cometimos nosotros e hicimos daño a personas queridas, cómo te fallan a veces los «amigos de toda la vida») y también, hay que decirlo, porque el autor sabe dar cierre a este cúmulo de situaciones dolorosas de una forma que solo podemos calificar de virtuosa en su última escena, que al igual que otras muchas, resuelve con una originalidad (dejando en el aire una probabilidad de que la prota comience una nueva vida sin tantas frustraciones y tanto dolor) y una maestría impropia de un debutante. Si esta peli hubiera ido a Cannes, vuelve con premio grande, seguro. Quizá no sea muy adecuada para verla un sábado noche tras tomar aperitivos en los concurridos y alegres bares de Indautxu, pero en todo no se puede acertar.
Probad, si queréis. Hay algo por lo que, desde luego, merece la pena: la actuación de Marian Álvarez, que la catapulta absolutamente a lo más alto de su profesión. Anteayer, os lo dijimos, vimos la de Sandra Bullock en «Gravity»; pues bien, si a su trabajo con justicia se le puede poner un 8, al de Marian Álvarez en «la Herida» le corresponde un 9,75. Palabras mayores, inolvidable, en serio.
La música, vamos con ella. Queremos empezar con buen pie este domingo, y lo haremos con ritmo, con el funkie/pop que propone JANNELLE MONAE en su segundo y estupendo disco «The Electric Laidy». En esta canción, «Queen», la acompaña otra diosa negra del momento, Erykah Badu.