Decepción (y nos lo olíamos, oye) con «EL PORVENIR», que suma mucho de lo peor del cine francés: pretenciosidad a espuertas en envase delicado y ornamentado, ausencia de sentido del humor, morosidad en el relato, esteticismo, muchos parques y flores en jarrones, disquisiciones pretendidamete intelectuales, «mundo interior» a destajo en varios personajes, mirada añorante y trivial a mayo del 68, venta marketiniana de los preciosos paisajes del país, la escuela como reflejo de los avatares del conjunto de la sociedad…
Solo salvamos a la Huppert, que puede elevar dos notas (del suspenso al bien raspado en este caso) cualquier peli.
Únicamente su personaje y el de su desengañada madre nos dijeron algo, que tampoco muchísimo.
El resto, -sobre todo, los jóvenes, tanto los escolares reivindicativos como los otros, tanto sus dos hijos, más sosos y flojos que las lentejas que cocinaba mi hermano cuando le dejábamos, como los «emancipados alternativos» (qué risa, basilisa, estos revolucionarios de diseño que se permiten reprochar a la buena -y coherente- de Huppert que conviva con y en el sistema), por no hablar del marido diletante e indeciso, aburren más que sobran en una historia que podía haber dado más juego, siempre que las conversaciones filosófico/intelectuales hubieran tenido algo de enjundia o interés, que no es el caso. Temas viejunos y supersobados a debate, y además, algunos, desarrollados a brochazos (da pereza hasta enunciarlos, pero dejemos dos de muestras: 1) si la autoría firmada en una obra artística o intelectual es un acto de sumisión al sistema, 2) si la verdad científica es la única tenida por indiscutiblemente cierta, y si el paso de los años puede dotar de un prestigio inatacable o de una certeza absoluta a obras o hechos concretos. Y así todo, en este plan.
El resto de cuestiones de calado que aborda la peli (la familia «burguesa» en crisis, la pareja sobradamente culta que cae vencida por la monotonía y el peso de los años, los padres ya mayores que enferman y exigen compañía, ayuda y compasión a los hijos, los problemas socioeconómicos (pensiones y desempleo juvenil) de un estado del bienestar que no sabe frenar su gasto ni tiene soluciones para aumentar sus ingresos…) apenas aporta nada original ni siquiera plantea discusiones fértiles.
En resumen, una peli sobrevalorada y algo plomiza que rompe una racha excelente, con «Elle», «La tarde la ira» e «Historias de pasión», la nueva del genial y único Terence Davis en lo más alto del podio. Es una opinión. La hemos intentado razonar, sin más.