(Viernes, buen tiempo, y nosotros hablando de Scott Walker: no tenemos remedio)
Somos gente de pocos caprichos, aunque vivir bien sea uno de ellos, je.
Al tema: hay veces en que uno se convence (aún más de lo que ya estaba) de que pagar por ver TV sale a cuenta.
Ocurrió el pasado miércoles. El partido del ATHLETIC lo emitían en cerrado, o sea, en el canal de pago. Durante el soporífero primer tiempo solo nos reprimimos de hacer zapping porque íbamos ganando casi desde el principio. Va el Granada y -son las once menos cuarto de la noche-, sin mayor mérito que poner un poco de empeño, empata en la típica jugada del último minuto que nos sigue sacando de quicio, de tan descomunal tamaño es la empanada que se apodera de nuestro equipo en estos decisivos instantes de cada tiempo.
Desesperación masiva.
Comemos algo de fruta y una palmera bien azucarada para superar el disgusto y cogemos el mando de la tele. Zapeando nos topamos (una vez más, por pura casualidad; es imperdonable, pero somos así: jamás consultamos la programación) con una maravilla cinematográfico/musical de la que habíamos oído hablar pero que jamás habíamos podido ver, de hecho nos tememos que no se ha estrenado en España. Naturalmente, no volvimos al partido de fútbol, salvo una vez y para comprobar que, felizmente, volvíamos a ir ganando.
La peli era el documental de casi dos horas sobre la vida y (sobre todo) la obra de uno de los artistas más brillantes y enigmáticos del pop de todos los tiempos: el estadounidense (de Ohio) SCOTT WALKER, nacido en 1943 y que triunfara en los 60s con su impecable voz de barítono y sus estupendas canciones (a nivel comercial y también de crítica, sobre todo en Reino Unido, donde se instaló en 1965, hasta hoy) con su banda The Walker Brothers, que de la fama absoluta, las ventas espectaculares y el prestigio pasó al ostracismo y el olvido, víctima del éxito de los nuevos sonidos de la época (psicodelia, rock progresivo, folk experimental…).
Tras una irregular (en lo comercial, que no tanto en lo artístico) etapa en solitario dentro más o menos de los cánones del pop vocal (comenzada con el brillante “Scott, de 1967) y después de intentar reflotar en 1978 a The Walker Brothers con el disco “Nite Flights” cuyo tema principal, del mismo título, versioneó uno de sus mayores admiradores/seguidotes, un tal David Bowie en 1993) y superado un receso (1978-1995) de casi veinte años de casi total inactividad artística (hubo un disco en medio, “Climate hunter”, en 1985), vinculado tanto al escaso éxito de sus discos como a la depresión crónica de Walker, su carácter introspectivo, solitario, raruno y y existencialista, su timidez enfermiza y su endeble autoestima, volvió con el mítico “Tilt” (1995) a las grabaciones y los discos. Y lo hizo con sucesivas obras de music contemporánea de vanguardia, experimental y perfeccionista hasta el extremo, siempre atento nuestro artista a cada detalle de las prestaciones de su dotadísimo instrumento vocal, una música gótica por desmesurada, oscura, mágica y barroca, además de libérrima en lo conceptual y estilístico (causando la desesperación de sus músicos y productores, se ve en la peli), discos tan modernos que aún hoy parecen música del mañana, minoritarios por fuerza, difíciles para el oyente pero apasionantes para el aficionado curioso y amante de lo extraño y de indagar en los límites de la expresión musical.
Flipamos mucho en su momento con “The Drift” (2006), en el que Scott Walker explora entre el ruido y la armonía, el terror y la belleza, la poesía y el disparate, el grito y el lamento ensoñador, y claro que encuentra muchas cosas, pero sume al oyente, además de en el asombro permanente ante tanto descubrimiento sonoro y técnico y emoción desbocada, en el más solemne y deslumbrante de los desconciertos.
Lo penúltimo de la carrera de nuestro genio es “Soused” (2014), disco maravilloso y tan bien recibido por la crítica como ignorado no solo por las listas de éxitos sino incluso por el aficionado medianamente exigente, y que ha grabado el bueno de Scott con uno de los epítomes del ruido/drone/metal, el dúo estadounidense Sunn 0))).
Volviendo a la peli, para cualquier interesado en la obra y la personalidad del esquivo Scott Walker deviene de visión imprescindible y garantía de disfrute gozoso, porque la music de las diferentes épocas artísticas de Walker (hasta 2.005 evidentemente) lo impregna todo y porque explica muchas cuestiones que el seguidor se plantea al escuchar sus canciones y al preguntarse cómo será este enigmático individuo que engrandece la figura del músico-artista, creativo y exigente hasta el límite y comprometido absolutamente con su obra. Trasciende con mucho el universo del pop y e ropck, sin duda. Desfilan por “Scott Walker: 30 Century Man”, manifestando su admiración por Walker iconos del pop como Bowie, Eno, Jarvis Coker, Damon Albarn, Marc Almond… y salen músicos que intrepretan sus obras que hablan no de los Rolling o de Beatles, sino de Ligeti y Bruckner.
Pues eso, que la peli está disponible en la TV de pago, que os la recomendamos efusivamente, que nos felicitamos de haberla visto, que voveremos a reescuchar los discos de Scott Walker, y que buen finde.
Os dejamos con la monumental “Brando” que abre el disco “Soused” (2014). ¿Es pop, es música culta contemporánea, es simplemente music vocal de vanguardia? Qué más da, es grande, misteriosa, inspiradora, poderosa, excitante, innovadora… lo tiene todo. Hasta el punto de que le sobran etiquetas.