Un sueño cumplido tras tantas decepciones -por no decir humillaciones en algunos casos-, con los culés, y además se hizo con todas las de la ley, jugando -más o menos- bien al fútbol, presionando sin descanso a unos jugadores que asumes son mejores que tú, combinando y haciendo desmarques dentro de lo posible, defendiendo bien nuestra parcela, robando insistentemente balones al contrario en el centro del campo, y, esencial, logrando marcar tras, casualidad, una (de tantas) decisiva recuperación del balón de Herrera, que ya le está costando, pero parece que va para arriba. Aúpa, ATHLETIC. Esta alegría es de las de enmarcar. Nos acostamos media Bizkaia felices ayer, cuartos en la Liga, con 9 victorias en 15 partidos tras vencer -siete años y 20 partidos después del último triunfo- al Barcelona. Ganas teníamos ya de disfrutar de un gran resultado y un buen partido frente a uno de los equipos galácticos (las tres cosas a la vez) de nuestro equipo. Pues bien, ayer ocurrió. Veremos cuánto dura la dicha, pero tiene buena pinta la cosa. Hay entusiasmo colectivo con el equipo, jugadores con un exquisito punto de fuerza física, futbolistas clave que van poco a poco aportando lo que de ellos cabe esperar (Herrera y Muniain, sobre todo, pero también Susaeta; lo de Iturraspe es otra cosa, lleva más tiempo carburando casi a la perfección) un entrenador que parece saber lo que quiere o al menos cómo encontrarlo, y, claro, la mejor afición del mundo apoyando sin desmayo. Son muchos mimbres, ¿no? Hay ilusión, y eso es mucho. Y un año en que debemos centrarnos en clasificarnos lo más arriba posible en la Liga (jugar en Europa a temporada que viene se antoja objetivo exigible) y en probar con la Copa, que ya nos toca volver a ganarla, o al menos, llegar a la final.