SÁBADO. Solo nos quedan los jóvenes; nuestra generación, que es la que dirige el mundo, ya ha dejado bien claro lo que da de sí.
Paso a la juventud, que tiene derecho a perseguir la felicidad y el bienestar, a no encontrarse un planeta desquiciado e inhabitable.
Se llama JULIEN BAKER, es de Memphis, Tennessy (EEUU) tiene 22 años, y acaba de publicar su segundo disco largo, una maravilla de escueto folk-rock de autor titulada «Turn Out The Lights». Pero en esto no le hagamos caso: hay que dejar bien encendidas las luces, si creemos en un futuro viable, es necesario que se vea nítidamente la magnitud del desastre. Y es que, no conformes con lo conseguido, seguimos innovando, creando más desgracia, miseria moral e injusticia.
No nos es suficiente con el terrorismo, los chalados armados matando al personal indiscriminadamente, las guerras que nunca acaban, los nacionalismos fanáticos y excluyentes, los populismos demagógicos, la corrupción sistematizada, la precariedad laboral, los atentados al medio ambiente, la explotación de la mujer (¡asco de prostitución!)… la violencia machista y otros horrores de parecido pelaje: en el periódico leemos hoy que en el país que vio nacer a esta joven artista, modelo de prosperidad y democracia para algunos desinformados, se ha detectado un incipiente mercado: el de cadáveres humanos, familiares que venden los cuerpos, en parte o en todo, de sus difuntos para sacar algo de pasta y/o porque no pueden costearse el entierro. ¿Qué estamos haciendo?
Lo dicho, que los jóvenes empiecen ya a tomar cartas en el asunto, el futuro es suyo. Solo nos quedan los jóvenes; nuestra generación, que es la que dirige el mundo, ya ha dejado bien claro lo que da de sí.
Paso a la juventud, que tiene derecho a perseguir la felicidad y el bienestar, a no encontrarse un planeta desquiciado e inhabitable.